Un viaje en los buses interparroquiales de Quito es toda una aventura, y si emprendido con ganas de divertirse así será.
Realizamos un viaje desde Tumbaco hasta Otavalo, a las siete y cuarto de la mañana del miércoles 11 de enero, tomamos un bus hasta la parroquia de Pifo donde bajamos y cambiamos para el que nos llevaría a Otavalo.
Algunos de los aspectos cómicos de este viaje son por ejemplo:
Los buses tienen cobradores que solamente cobran cuando uno va a descender en función de la distancia recorrida y lo guarda en su bolsillo o en una riñonera, sin anotar el monto en ningún lugar. La pregunta que nos hicimos fue: ¿cómo controla el propietario del bus lo que ingresó en ese viaje?
Durante el recorrido el bus debe cumplir un horario que se registra en una tarjeta que se marca con aparatos como los marcadores de entrada y salida de oficina de antes. Lo cómico es que el bus viene volando literalmente, y al vuelo el guarda salta sin que el bus pare totalmente y marca la tarjeta en un aparato que está colocado a una distancia de unos 5 ms hace que el cobrador realmente vuele de vuelta. Entre Tumbaco y Pifo hay 3 tarjeteros y cada parada nos preguntábamos como haría el cobrador esa vez.
Otro detalle, los buses tienen sistema de sonido que durante todo el viaje toca música latina, ballenatos, cumbias, rumbas, etc. y uno que otra samba brasileira. En todos los viajes de estos días raramente oímos rock o cosas parecidas.
Los precios de los viajes son irrisorios, de Tumbaco a Otavalo, ida y vuelta en total unos 120 km, una persona normal gastaría U$S 4,70 y una persona de tercera edad o Adulto Mayor la mitad.
Pero los buses son cómodos, no mayores de 5 años, limpios y sobre todo bien conservados.
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